Se santiguan a escondidas las angustias Con los nudillos de retorcer las sonrisas, Que aun dieron fin, que mis rodillas se manchen por fin. Que los dinteles ya sujetan guillotinas, Para quien venga a profanarme las cenizas, Para jiñarse en atriles que ya hicieron trizas, Sacándole chispas a este polvorín Y enreversan mis veredas con los dientes de tijeras Que hacen mella en el candil y recuerde que nunca volví. Y se romperá el quejido entre los Tiros de gatillos que no pedirán perdón. Y en las escamas que me han dejado los charcos tatuarme un solo barco, Ese que nunca se hundió. Buscaré el segundo en cuando se Duerman mear en las cuencas de sus calaveras, Que llenan de piedras y hacen una Estera de una vida entera a la que sacudir. Y se romperá el quejido entre los Tiros de gatillos que no pedirán perdón. Y en las escamas que me han dejado los charcos tatuarme un solo barco, Ese que nunca se hundió. De no sacar ni un pie del estribo de escamujar los alambres de espino, Hice más vivo el sentido de no abandonar, De hacer astillas con la tiña que hacen Huecos los adoquines que recorren mis adentros, Son los rugidos el eco de mi Respirar, donde nadie se ha atrevido entrar. Y se romperá el quejido entre los Tiros de gatillos que no pedirán perdón. Y en las escamas que me han dejado los charcos tatuarme un solo barco, Ese que nunca se hundió. No dejar en carne viva de nuevo la vida con tanto dolor Y borrar del calendario los días mas agrios diciendo que ¡No!