En la estancia era seguido, cuando ya morían los soles,
Que la cocina de los peones de la prosa era testigo,
Cambiando los sucedidos, sólo para conversar,
De medicina, domar, de perros, riñas y ruedas,
Sin que requisito fuera decir siempre la verdad.
Tuvo un perro un tal Don Ramos, que lo usaba pa domar,
Sólo le faltaba hablar, pa lo otro baquianazo,
Que una vez zafó un caballo y el perro ganó la pista,
Lo agarró y junto a una isla, con la pata lo maneaba,
Y por si el lazo reventaba, con otra cubría las vistas.
Don Guiterrez era un tropero apologista de gallos,
Pa la riña anotadazo, pero una vez perdió fiero,
Rosales lo atracó feo con un ceniza fornido,
Que lo atrapó y en su nido se lo comió porque era
Un pichón de águila overa que había criado escondido.
Estancia vieja perdida entre montes, valle y sierras,
Historias vivas del monte, vivencia, credo y leyenda.
Dormí en el monte un día con mi petizo en la rienda,
Lo monté aún en tinieblas y a los corcovos venía.
Lo aguanté como podía y al alba lo vi clarito
A un león, que a mi petizo se lo había comido entero
Y yo meta espuela y talero lo había dejado mancito.
Victorio viejo cuentista compartía la reunión
Y una vez llegó al galpón tuerto, falto de una vista,
Lo dejé entrar y di revista por la vuelta a ver si hallaba
Y allí nomá en la pasada taba el ojo, ansina ansina,
Ensartao en una espina y pestañando en un tala.
La paloma era una yegua ligeraza y bien sangruda
Que una vez ya barriguda corrió como cinco leguas,
Preñada no daba tregua disparando a una centella
Que al medio la partió a ella y yo quedé sentadito,
Horquetado al potranquito siguiendo firme en la huella.
Estancia vieja perdida entre montes, valle y sierras,
Historias vivas del monte, vivencia, credo y leyenda.