Padre nuestro que estás en los cielos Con las golondrinas y con los misiles Quiero que vuelvas antes de que olvides Cómo se llega al sur de Río Grande Padre nuestro que estás en el exilio Casi nunca te acuerdas de los míos De todos modos, donde quiera que estés Santificado sea tu nombre No quienes santifican en tu nombre Cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria En junio de mil nueve setenta y cinco Ya no sirve pedirte: "venga a nos el tu reino" Porque tu reino también está aquí abajo Metido en los rencores y en el miedo En las vacilaciones y en la mugre En la desilusión y en la modorra En este ansia de verte, pese a todo Cuando hablaste del rico, la aguja y el camello Y te votamos todos, por unanimidad, para la gloria También alzó su mano el indio silencioso Que te respetaba Pero se resistía a pensar "hágase tu voluntad" Sin embargo, una vez cada tanto Tu voluntad se mezcla con la mía La domina, la enciende, la duplica Mas arduo es conocer cuál es mi voluntad Cuando creo de veras lo que digo creer Así en tu omnipresencia como en mi soledad Así en la tierra como en el cielo Siempre estaré más segura de la tierra que piso Que del cielo intratable que me ignora Pero, quién sabe, no voy a decidir Que tu poder se haga o se deshaga Tu voluntad, igual, se está haciendo en el viento En el Ande de nieve En el pájaro que fecunda a su pájara En los cancilleres que murmuran: "Yes, sir" En cada mano que se convierte en puño Claro, no estoy segura si me gusta el estilo Que tu voluntad elige para hacerse Lo digo con irreverencia y gratitud Dos emblemas que pronto serán la misma cosa Lo digo, sobre todo, pensando en el pan nuestro de cada día Y de cada pedacito de día Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy O al menos el derecho de darnos nuestro pan No solo el que era símbolo de algo Sino el de miga y cáscara El pan nuestro Y ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas Perdónanos, si puedes, nuestras deudas Pero no nos perdones la esperanza No nos perdones nunca nuestros créditos A más tardar, mañana, saldremos a cobrar A los fallutos, tangibles y sonrientes forajidos A los que tienen garras para el arpa Poco importa que nuestros acreedores perdonen Así como nosotros, una vez, por error Perdonamos a nuestros deudores Todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote Como 3000 kilómetros de injurias Como 20 medallas a Somoza Como una sola Guatemala muerta Y no nos dejes caer en la tentación De olvidar o vender este pasado O arrendar una sola hectárea de su olvido Ahora que es la hora de saber quiénes somos Y han de cruzar el río, el dólar y su amor contra-reembolso Arráncanos del alma el último mendigo Y líbranos de todo mal de conciencia ¡Amén!