O no atrancaba la puerta de mi rancho ni durmiendo...¿para que?... Si del lado de afuera, por malo que fuese el tiempo, la enrejada de colmillos, y el coraje de mi perro. Cimarrón, medio atigrado lo hallé perdido en las sierras, boqueando de agusanado. Malo como manga de piedra al fuego, tuve que traerlo enlazado para curarle las bicheras. Y ahí se quedó aquerenciado compañero de horas lerdas, trotando abajo el estribo, ni calculaba las leguas... y en donde aflojaba la cincha... Se echaba a cuidar mis prendas. Eso si... Muy delicado, manosearlo ni le cuento, se ponía de ojo extraviado y se le erizaba el pelo, con que tenia bien ganado su apelativo..." El Malevo". Que animal capacitado para el trabajo en campo abierto, había que verlo al mentado trajinando en un rodeo... de ser cristiano clavado que era doctor ese perro. ¿Yo echar tropilla al corral? Le chiflaba entre los dedos y embretado en el chiflido me lo traía clima al viento. Y era un abrojo prendido a los garrones del trueno. Una vez bandeando tropa con mucha agua en el Río Negro, caí quebrado de un apretón Entre un remolino de cuernos... y me ganó la mollera, la oscuridad y el silencio. Cuando volví a abrir los ojos cruzaba una nube el cielo, gemidos y lambetazos llegaban como de lejos... de repente comprendí... medio me senté en el suelo para entregarle las gracias..."hermano de ésta te quedo debiendo", no me halla ni el pan bendito, si no me sacas " Malevo"...y una inmensa gratitud se me atracó en el garguero. Bueno, la cosa pasó... yo entre pare el casamiento, hice el horno, la cocina... Mi rancho estiró un alero y en su chúcara clinera charqueó el arroró y el rezo. A los dos años gateaba mi gurí sobre un pelego o andaba por el guarda patio prendido a la cruz del perro ah!! Porque él me le sacó las cosquillas al Malevo. Lo habrá tomado por cachorro de su cría el pendenciero... Le soportaba imprudencias, se prestaba pa' sus juegos, y ande amenazaba caerse se le echaba bajo el cuerpo. La cosa fue tan de golpe que hasta me parece cuento... fue después de un mediodía como pa' fines de enero, yo me había echado en el catre pa' descabezar un sueño; la patrona trajinaba proseando con el borrego y un de repente aquel grito como de terror ¡ROSENDOOO!... Y ya me pelé pa el patio manoteando un caronero. Ella estaba contra el horno, tartamudeando en silencio, tenía el guricito alzado tembloroso contra su pecho y avanzando agazapado como una fiera... Mi perro enseñaba unos colmillos como puñales... los pelos se le habían puesto de un modo que costaba conocerlo y en la brasa de sus ojos, se habían quemado los recuerdos. De un salto me le puse en frente, le pegue el grito ¡MALEVO!... Le ví soltar una baba--- -Esta rabioso ROSENDO! No te me acerques hermano. No te me acerques hermano Echa pa' atrás... Echa pa' atras...¡ Huirá perro!!! De repente me saltó... ladeé pa' un costado el cuerpo y sentí como la mano le topaba contra el pecho y cayó casi sin ruido, como una jerga en el suelo. Cuando lo miré, los ojos se le habían puesto muy buenos... como dándome la gracias se le acortaba el resuello... se arrastró... Lamió mis pies y me brotó un lagrimeo. No tenía pa' elegir hermano, estabas enfermo... fue por el cachorro ¿sabes? Si no, no lo hubiera hecho!!... Meneó la cola una vez, dos veces... Y quedó muerto. Por eso es que desde entonces no me gusta tener perro y cuando voy de a caballo me parece que lo siento seguir abajo el estribo trote y trote por el tiempo.