Adiós partí Y me llevé entre otras cosas Una pizca de tu magia, un pan Y una prenda con tu aroma... El autobús dejó Nuestra ciudad llorona, Y me encontraron los recuerdos entregándome a la noche como un cuervo que se va a morir. No es justo hablar de esta forma, Pero me duele la sombra. Un tonto dijo: ¿Por qué riegas las rosas marchitas? Quizá no deba contarte, Pues es quitarme la ropa Para enseñarte una herida que tú, Que tú ocultas a solas... Adiós, mi bien, Dejé debajo de la tarde Mis deseos aún calientes, Vibras de la buena suerte, Una carta con mi nombre, firmada fuego y sangre, Y mi fe en el amor.