Esta memoria dolida que anda y desanda Mi corazón vidalero arde en su luz Y no cesa y enciende la furia del alma Suena mi grito en el valle Hierve la sangre en la pachamama Hijo del sol, y el jarillal Soy alfarero de la libertad Barro frutal, ciego de amor Por los esteros relincha mi voz. Con la claridad alta que me da la distancia Yo volví a los caminos que de ti van y vienen, Y fundí las memorias que van de tus leyendas Hasta tu pie presente de unidad verdadera. Estuve como un huésped Caído sobre el tiempo, Sin noción del color, de la sed ni del sueño; Tan sólo me asistía la idea enamorada, Y el aire servicial de tus profundas cosas. ...Ah, ¿Qué cómo venía? No me pregunten, no! El pájaro no sabe de músicas y canta El hombre no adivina, dónde nace el desvelo. Creo que fue la angustia que madura horizontes, La que me trajo sí, este impulso de greda; De tus extraños riscos en donde se escarcharon mil primaveras. O de tus lentos llanos de bonanza y tragedia. De allí esta serenata ritual y valedera, que quiero modelar Grata como la albricia; Que arda fuerte en mi voz, Como un cruento deseo. Siempre florece la arcilla en mis manos de greda Lanzo desnudo el oficio Para moldear la figura del cielo y su polvo de arena Que por el zonda amanece, Nace y florece por las estrellas Hijo del sol, y el jarillal Soy alfarero de la libertad Barro frutal, ciego de amor Por los esteros relincha mi voz.