Ser un dejo de raíz que anida el alma Secreta soledad que se deshoja Salir del corazón hecho vidala Sembrándonos la vida entre las sombras Ser la ardiente paloma de la tarde Que blanca se desangra entre los changos Y mira con asombro aquellos parches Que cimbran de un retumbo por sus manos Y que vuelvan los sonidos de mi tierra Ese grito que se pierde entre los cerros Cuando llegan los cantores por la siesta Destilando el vino ciego del destierro Ser un niño en la ternura interminable Un paisaje renovando la palabra Ese silbo que profundo nos invade En los sueños inocentes de la infancia Yo no se si es tu mirada que me alumbra Como un sol enamorado de febrero Y enciende un fuego interno que desborda Por las venas este canto vidalero Y volver en la mirada de la madre En el gesto silencioso del abuelo Provinciano despertar que hay en la sangre Por la eterna sencillez que inunda el pueblo