A la luz de una vela confieso Rodeado de etérea penumbra Haber conocido al hombre Por nombre conocido Como Eduardo Santana Aquí recojo sus memorias En pergaminos arrugados Con mi vieja y seca pluma Y el tintero medio quebrado Juré que sus andanzas Caerían en el olvido Y sin embargo aquí me hallo Para contar lo vivido Bajo una brillante media luna En una noche de verano Respiró su primer aliento De este mundo de tiranos A la sombra del gran castillo Creció de miseria rodeado Su amo y señor Menéndez De lujos jamás se vio privado Las heridas provocadas Por la incompasible azada Al amanecer su padre Ya contaba a centenadas Las horas de luz del día Eran agradecidas por su madre Pues le permitían poder ver Lo que arduamente cosía Nada de esto le importaba Al gran señor Menéndez Que explotaba sin piedad Ellos morían, y él mandaba Su diabólico hijo Don Diego Era aún más canalla que su padre Y con tan sólo once años Mandó colgar a un labriego Motivo no tenía, sólo deseaba Hacer daño a su hijo Pues era compañero de juegos De la niña que él amaba Su nombre era Dana Hija del mozo de cuadras Y como podrán imaginar El niño, Santana Pero Don Diego no logró su afán Pues ellos también se amaban Jamás les lograría separar Mientras la vida no les quitara Comprendió que nada podría hacer Así que se vio obligado A recurrir al terrible poder Que de su padre había heredado Mandó encerrar a la madre De la hermosa y desdichada Dana Y amenazó con la cabeza cortarle Si no abandonaba a Santana Los pobres amantes se separaron Y Dana se prometió a Don Diego De su feliz amor les privaron El poder, el capricho y el dinero Y sin embargo hallaron la forma Su amor continuó en la sombra Cuando Don Diego borracho dormía En el granero ellos se veían Así pasaron las primaveras Sin que Don Diego nada supiera Pero la fecha de la boda llegaba Y el tiempo impasible avanzaba Una semana antes de la fecha En lágrimas Dana se vio deshecha Pues su madre, tras mucho padecer Aquella mañana no vio amanecer Esa misma noche Dana Corrió a llorar en brazos de Santana Quería huir, nada ya la retenía Pero él sabía que esperar debían Dos días depués la noticia llegó Don Diego, eufórico se lo comunicó Algún infame les había delatado Y Santana había sido ejecutado Dana el cadáver pidió ver Y Don Diego habría gustado en conceder Pero el cadáver no había aparecido Pues la persecución acabó en el fondo del río Don Diego se creyó vencedor De su maldita farsa de amor Pues Dana ni una lágrima derramó Confundió indiferencia y valor Una hora antes de la boda Dana arreglábase en su alcoba Cuando de pronto se oyó un ruido Entraron; la ventana era rota Don Diego estalló enfadado ¡maldito quien la ha empujado! Pero todos sabían la verdad Saltó a reunirse con su amado Pero aquí no acaba esta historia Pues aún queda tinta en mi memoria Mientras pluma y pergamino me quede Su leyenda alcanzará la gloria