Recuerdo perfectamente Cómo cambiaba el rostro de Marisa Tras un poquito de aguardiente. Vaso tras vaso Todos iban bajando sin vacilar, Al ritmo del compás. Y entonces, entonces Yo no podía dejar de pensar, de pensar, En ese pelo castaño y esos ojitos verdes Con sabor a ron. Los músicos no paraban ni un compás Con todos siguiendo este son latino. Y empezó a sonar el cha-chá, Después la cumbia, salsa y guaguancó. Y empezó a sonar el cha-chá, Marisa baila al ritmo de este tumbao, corazón. Y empezó a sonar el cha-chá, Después la cumbia, salsa y guaguancó. Y empezó a sonar el cha-chá, Marisa baila al ritmo de este... Marisa - ¡déjalo ya! - le decía. No se aguantaba de pie Ni disimulaba su sonrisa. De vaso en vaso, de boca en boca, De cama en cama. No conseguía nunca hacerla razonar. Me había pintado Toda ella en mi cabeza Y no podía dejar de perseguirla sin parar. Pero siempre que me acercaba Se marchaba sonriente Y de repente, sin sentido, Se empezó a desnudar. Hasta los músicos pararon de tocar, Nadie le quitaba ojo a Marisa. Y empezó a sonar la salsa, Después la cumbia, cha-chá y guaguancó. Y empezó a sonar la salsa, Todos gritaban: - ¡Marisa baila al ritmo de este tumbao, corazón! Y cuando la noche se dormía y la gente se iba Ella recorría siempre a mí con esos ojitos verdes, Y me decía al oído que sólo conmigo Se sentía feliz. Y aunque no me guste ser último plato Siempre acababa cediendo a su sonrisa. Y empezó a sonar el cha-chá, Después la cumbia, salsa y guaguancó. Y empezó a sonar el cha-chá, Marisa baila al ritmo de este tumbao, corazón