Rodeados en la mesa, mis hijos y yo Miramos con tristeza la silla vacía Vacío que con tu engaño y tu infamia quedó La ruina de tu vida, la de ellos y mía A veces me preguntan que donde estarás Y el hecho de mentirles me llena de espanto Les digo que en el cielo y de allá nos verás Que nos quisiste mucho y que fuiste un santo Les tuve que mentir por no hacerlos sufrir Y me tocó llorar sangre del alma mía No podía decirles que fuiste capaz De abandonar por otra tu hogar y tus hijos A veces me preguntan sí estás en el cielo Y me muerdo los labios al decir que sí Por Dios, que hay momentos que he sentido celo De ver que te quieren mucho más que a mí No el más grandecito que ya entiende tu infamia Y baja la vista sin verme de frente Nunca entra a tu cuarto, ni tu nombre aclama Y le gusta aislarse, lejos, lejos de la gente Veo a la más pequeña correr por la casa Con su sonrisa infantil y su inocente alegría Luego se detiene, te besa y te abraza Aunque solo acaricia la silla vacía Les tuve que mentir por no hacerlos sufrir Y me tocó llorar sangre del alma mía No podía decirles que fuiste capaz De abandonar por otra tu hogar y tus hijos