Siempre dejaba ese buen sabor,
Sin bajar de sus zapatos, nos entendíamos a ratos,
Cuando se relajó, movimientos lentos y besos de cine.
Canta para mí, le dije mientras se lo hacía...
Canta para mí, canta para mí,
Canta para mí, canta para mí...
Ella subía y bajaba, subía y bajaba,
Ella subía y bajaba, subía y bajaba...
Ella subía y bajaba como en una atracción,
Buscándonos las cosquillas, pasábamos a la acción.
Y no era paranoia, ella era mi joya,
No se le sacaba de la boca ya podía estar ardiendo Troya.
Regueros de semen, sudor, calor condensado,
Su voz susurrándome lo que le había gustado.
Por delante o por detrás, o bien cogida del moño,
Hasta hacerle sonar el cascabel del coño.
Por otro lado, aquella cama dejó de ser un prado,
Nada más que un porro compartido, era un amor embrujado.
De las que te abren sin llamar, las puertas del cielo,
Mujeres con los pies más fríos que el suelo.
Si aquel verano fue un helado de trufa,
Llegó el crudo invierno al calor de una estufa.
Y mira por donde, se quedó sin su maromo
Y si la vi probablemente fue junto a algún palomo.
Hoy me duermo, no como a mí me gustaría,
Sin compañía o dándole vueltas a una tontería,
Me despierto, de buen humor y energía,
Si sueño con mis ex juntas en una orgía
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