Yo di un eterno adiós a los placeres Cuando la dicha marchitó mi frente, Y me soñé mujer, indiferente Al estúpido amor de las mujeres. En mi triste vida yo creía Que estaba el mundo para mí desierto, Y que en lugar de corazón tenía Una fría lápida de muerto. Mas despertaste tú mis ilusiones Con embusteras frases de cariño, Y dejaron su tumba las pasiones, Y te entregué mi corazón de niño. No extraño que quieras provocarme, Si extraño que lograras entenderme; Porque fuiste capaz de sospecharme, Pero no eres capaz de comprenderme. Yo seguiré con mi soñar impío, Mientras tu gozas de envidiable calma. Tú me dejas la duda y el martirio; Y yo en cambio mujer te dejo el alma. Porque eterno será mi amor profundo, Que en ti siento constante y desgraciado, Como piensa en la vida el moribundo, Como piensa en la gloria el condenado.