Le corro con mi manchao al alazán de Cirilo Y no le pido ni un kilo como le dio al colorao Nicasio, de abanderao y como juez, don Zenón A correr desde el portón hasta allí, hasta el esquinero Y me juego hasta el apero y empeño hasta mi facón Y, ¿para qué seguir narrando lo que fue aquella carrera Si cualquier hombre de afuera ya lo estará calculando? Cuente amigo, ¿qué pasó? Anduvieron mañeriando, errar y errar la partida Hasta que en una corrida les bajó el abanderao (ah, ja-ja) Y el rosillo y el manchao fueron una luz prendida Y se sintió, ya pegaron, y la cosa fue pareja Ni se sacaban la oreja y los rebenques bajaron Y cuando al final pasaron entre público y rayeros Entre aplausos y sombreros que se agitaban de gozo El juez gritó, sentencioso: "¡puesta nomás, caballeros!"