El clarín es un simple instrumento,
Algo más que una torpe corneta.
Musical artefacto de viento
Que oís un momento y después te atormenta.
El clarín era un cuerno de caza
Pero no de cualquier cornamenta,
Era el asta de bueyes de raza,
Que por donde pasan, el miedo acrecientan.
El clarín no combina armonías,
Suena igual si lo sopla su dueño,
O su tropa, o su cofradía
Y peor todavía, si sopla un ingenuo.
Quiero que suene el clarín,
Su alarido, su aullido y su queja.
Que lo sufra quien lo quiera oír,
Yo prefiero al clarín bien lejos de mi oreja.
Quiero que suene el clarín... de una vez.
El clarín desde tiempos de antaño
Fue forjado en diversos metales,
Por lo tanto con menos tamaño,
Logró hacer más daño, a más animales.
El clarín de esa forma atraviesa,
Por más campos que en la cacería.
Tempranísimo anuncia que empiezan
Batallas que apestan y arruinan el día.
El clarín de por sí es mentiroso,
A lo lejos parece trompeta,
Al mirarlo de cerca es tan soso
Y su tono filoso, el alma te agrieta.
Quiero que suene el clarín,
Su alarido, su aullido y su queja.
Que lo sufra quien lo quiera oír,
Yo prefiero al clarín bien lejos de mi oreja.
Quiero que suene el clarín... de una vez.
El clarín nunca habrá de escucharse
Musicando un adiós ni un regreso,
Ni en los sueños, ni en los despertares,
Ni en cielos, ni en mares, ni en risas, ni en besos.
El clarín no posee una tecla
Que acaricie el calor de una mano,
Ni el vibrar de una fiesta entre cuerdas,
Que se alce y se pierda en la fuerza de un piano.
El clarín siempre estuvo asociado
Al llamado de la hora más cruel.
Canta mal si es de bronce dorado,
De hueso o armado de tinta y papel.
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