En un rincón del templo, hincada y sollozando Una viejita humilde que tiembla de emoción Son lágrimas de su alma las cuentas del rosario Y es infinita angustia la de su corazón Respetan esta pena los que saben la historia Y en su dolor profundo, repite en la oración "Señor, yo tuve un hijo, pero vino la guerra Me lo pidió la patria, y nunca más volvió" La ciudad bosteza De pena y placer Envuelta en las sombras Del anochecer Campanas de bronce Las voces de Dios Anunciando la novena Se oyen cual deber sagrado Con su toque acompasado de oración