En el principio eras Tú, estabas Tú, creabas Tú.
En comunión y eterno amor, soñabas Tú con mi existir.
A imagen tuya los formaste hombre y mujer, a Tí semejantes,
Para ser signos de tu amor, para ser don y comunión.
Y...¡Uoo-ooo-ooh!
Con inocencia original, en desnudez y en soledad.
Conscientes de su propio ser todo era bueno, estaba bien.
Y les llamaste a ser fecundos, a ser tus hijos, a optar por ti.
Pero la obra de tus manos eligió la
Muerte, rompió contigo, huyó de ti.
Sintió temor y vergüenza,
Perdió su dulce inocencia, del mal se envenenó.
Tuvo que ser desterrado por saborear
El pecado desfigurando el plan de Dios.
Pero tú nunca dejaste de cuidarlos.
Ideaste un nuevo plan para salvarlos
De las garras de aquel lobo enfurecido,
Por tu gran amor por mí.
Y por eso te lanzaste desde el cielo
A ser hombre pequeñito como yo.
Iluminaste mi existir sin violentar mi libertad.
Me revelaste quién soy yo,
De dónde vengo y a dónde voy.
Para ganar mi redención
Te dieron muerte en una cruz.
Pero la muerte no venció resucitaste lleno de luz.
Y aunque tu amor me ha tocado,
Aún me atrae el pecado.
Vivo una lucha constante
Pero tu gracia me basta
Para regresar a ti, a tu plan.
Extendiste tu poder para dar vida en nuestro cuerpo
Y, al unirse hombre y mujer, contigo son un sacramento.
Tan sagrado es el momento que genera nueva vida,
Una vida que tú anhelas como soñaste la mía.
Quiero custodiar la vida, custodiar lo más sagrado
Con responsabilidad y con amor decir que sí.
Sí a la vida. Sí cada día hasta llegar a la gloria.
¡Tuya es la gloria! Sólo contigo he de llegar.
Llegar al cielo, tú eres el cielo.
Hágase en mí tu voluntad.
¡Gloria, tuya es la gloria!
Mi carne resucitará.
¡Gloria, tú eres la gloria!
Quiero por siempre a ti cantar.
Aleluya, aleluya, ¡alelu-uya-aaa!
Tú nos llamaste, nos consagraste.
Nos desposaste y somos tuyos.
Somos tu Cuerpo, somos tu Iglesia-a,
Y cada uno es importante.
Tú nos llamaste a este lugar
Que es mi lugar donde quiero amarte-eee.
Esta es la santidad a la que Tú nos llamaste.