Venga un rasgueo y ahora, Con el permiso de ustedes, Le estoy cantando, señores, A Don Nicanor Paredes. No lo vi rígido y muerto. Ni siquiera lo vi enfermo. Lo veo con paso firme Pisar su feudo, Palermo. El bigote un poco gris, Pero en los ojos el brillo, Y cerca del corazón El bultito del cuchillo. El cuchillo de esa muerte De la que no le gustaba Hablar... Alguna desgracia De cuadreras o de tabas. (Recitado) De atrio más bien fue caudillo, Si no me marra la cuenta, Allá por los tiempos bravos Del ochocientos noventa. Si entre la gente de faca Se armaba algún entrevero él lo paraba de golpe, De un grito o con el talero. Ahora está muerto y con él Cuánta memoria se apaga De aquel Palermo perdido Del baldío y de la daga. Ahora está muerto y me digo: ¡Qué hará usted, Don Nicanor, En un cielo sin caballos, Sin vino, retruco y flor!