Las horas no existieron nunca Y eso lo entendí ahora Sabía por fin a donde quería ir Oía el canto de las ballenas, Las canciones tristes de los marineros descargando en el puerto Y el aullido del viento y de las aves nocturnas Me salieron las alas y volvió a sorprenderme su blancura imposible Desapreciada la cumbre, distante y ligera en la tierra como una nube La cumbre, y la ternura de la nieve La cumbre nevada Sentí la fuerza de mis alas y el Increíble peso del aire debajo de ellas El surco de mi trayectoria estaba inexplicablemente ya marcado Lo había hecho mil veces y al fin lo iba a hacer por primera vez Y ya casi en lo más alto miré abajo, a lo lejos Las serpientes se enroscaban junto a las anémonas gaseosas Alguien había echado veneno para las hadas, nunca más.