Tengo el infinito tatuado en la retina De mirar al cielo Soy un joven aprendiz de necio Que sobrevivió al incendio de la libertad Pero tengo en el cerebro Quemaduras de tercer grado Que aún supuran miedo Tengo el infinito tatuado He bailado con los galgos abandonados de mi barrio Al son de una lata de sardinas Canciones populares que sólo se cantaron una vez He masticado los chicles del amor hasta el desgaste He robado, he mentido Me he drogado hasta perder la identidad He reído cataratas y he llorado mariposas Pero nunca He dejado de mirar al cielo Toda una vida buscando respuesta A preguntas que no he sabido ni formular Y sigo rindiéndome Y sigo siendo aquel niño caprichoso Que se encierra en su cuarto enfurruñado Para escribir que quisiera ser halcón En vez de luchar En vez de saltar Y salir volando por el balcón Y sigo dejando que mi ego maneje mis palabras Mis obras Y sobre todo mi omisión Y sigo mirando al cielo Con los pies en la tierra No busco Dios No busco perfección Busco un sueño infantil Una nube de la que colgarme Pero me absorbe la espiral del infinito Y me tatúa su canción en la retina Soy un trozo roto del viento Que a veces no sabe volar Pero seguiré recolectando tropiezos Hasta que ya no queden piedras Y seguiré jugando, arriesgando Derrapando en las esquinas Exprimiéndole las ubres al reloj Y saboreando cada calada de vida Porque lo efímero es volátil Y el infinito Puede esperar