Señor, cuando tú me llames, Pon mi mano en el arado, Pon la simiente en la alforja, Dame un pedazo de tierra donde pueda cada día Trazar líneas paralelas. Dame también gotas de agua, De la lluvia tempranera Del sudor sobre mi frente De mis ojos cuando sienta el corazón conmovido Por la alegría o la pena. Señor cuando tú me llames, dame al fin lo que tú quieras. Dame el monte o dame el llano, o una montaña de piedras Pero Señor sobre todo, multiplícame las fuerzas Dame un canto de victoria, Y que la multitud de mis penas y mis dudas e inquietudes Cambien en vigor y certeza. Señor, cuando tú me llames, Pon mi mano en el arado, Ponme un carbón encendido Quema mis impurezas y cambia mi vida Con tu luz en la diáfana lumbrera. De victoria cual antorcha Y de guía al que no pueda encontrar entre las sombras El sendero de tus huellas Señor cuando tú me llames, dame al fin lo que tú quieras. Como al viento la marea Yo quiero escuchar tu voz Yo quiero escuchar tu voz Inconfundible y serena.