Un hombre bajaba hacia Jericó Y a medio camino, el pobre topó Con unos ladrones que sin compasión Le dieron de palos hasta que cayó Sáquenme de aquí que estoy medio muerto No quiero morir en este desierto Ayuda pedía, sin saber a quién Pasó un sacerdote de Jerusalén Fingió no escucharle, aunque oyó muy bien Y haciéndose el sordo, se alejó de él Sáquenme de aquí que estoy malherido No quiero morir en este camino Al cabo de un rato se acerca un levita Y viendo al herido que le solicita Dando un rodeo, el encuentro evita Apresura el paso y se pierde de vista Sáquenme de aquí, que estoy medio muerto No quiero morir en este desierto Acertó a pasar un samaritano Aunque es un extranjero, allí despreciado Al ver las heridas de aquel pobre hermano Se compadeció y le tendió la mano Curó sus heridas, con aceite y vino Con mucho cuidado, lo subió al pollino En una posada del pueblo vecino Lo dejó encargado y siguió su camino Díganme, quién fue del prójimo hermano Si fue el sacerdote o el samaritano O si fue el levita ¿Cuál fue más humano?