Supe sentirme vivo sin justificar la guerra Siendo nativo, cien donativos No compran tierras de supersticiones O visiones que te encierran No hay péndulos, ni pendones, Ni preámbulos que se aferran. Aferran dicción de aquellas, Pendiente puse paciencia. La ciencia de lo evidente, Vidente sin anestesia Esencia que deja huella, Piensa, después enseña Tensa mi sed sureña, Extensa de fe presente cuál oráculo, tentáculos que barcos hundirían. Un errático espectáculo en ático de día Como Salvador Dalí bro, el Salvador da libros Caen al receptáculo cuál báculo del guía. Si los sigues, si los si ves, Sigo sin verdad en notas, mi voz vive, Se persive, se persigue libre Bota votaciones y derroca La ley burda monsalva como de Frei Montalva o Pablo de rokha Vocablos que rotan de mí vocacional Mente y por notas deja rota la boca Ocasionalmente. Se agota o canción al veinteavo día, Vente agonía entre el lago guía. Mi paso al frente, que se ven cansados, Lejos del edén ansiado, Cerca del vaivén pausado, Letras del ayer trazado. Entran pianos desfasados, Del papel ya descansado sobre el Muro del poeta que completa el desamparo, Lejos de dejar recados para disfrutar instantes. Solamente me diría lejos equilibrios, Pero todo se contrasta. Son como pasos de gigantes sobre tejados de vidrios. Travesía de mi éxodo se encuadernan Profecías de témpanos y cavernas Poesía de tímidos en la berma Oníricos en la selva Líricos de la jerga.