Te fijaste por fin en sus ojos sin fe Y en el fondo del bar le invitaste un café. Era dulce su voz, que callaba tristezas, Te envolvió en su belleza y os quisisteis los dos. Y os marchas, te hizo a estrenar, Mil besos a su dulce hogar. Sus ojos que tanto te gustaban Cubrían de caricias tu piel con su mirada. Su boca que tanto te gustaba Diciendo mil palabras apasionadas. Su corazón que tanto te gustaba Latía suavemente al ritmo de los sueños. Sus manos que te gustaban tanto Apretando las tuyas con gesto embriagador. Con su precioso mirar, Con sus manos delicadas, Con su boquita fina y su digna soledad A su pobre corazón querías despertar Pero ella dijo: "Antes deberíamos cenar." Y allí, al calor del hogar, Ella se puso a cocinar. Sus ojos que tanto te gustaban Miraban la sangre que se derramaba. Su boca que tanto te gustaba Murmuraba palabras que te desesperaban. Su corazón que tanto te gustaba El fín de los amantes a golpes anunciaba. Sus manos, aquella maravilla, Un día en el cuchillo, sin la menor piedad.