Yo no he golpeado a nadie. No cargo muertos en la espalda. Detrás de mis párpados guardo su rostro. Mis gritos rimarán con los de aquellos Que aún buscan a sus nietos. Y desde entonces fuego, pólvora Y desde entonces, sangre. Y mi trémulo corazón me dice: ¿Ha visto alguna vez unas manos como las mías? Estas no son las manos de los hombres de la tierra de la que viene usted. Estas son manos de hombres que forman la historia con sangre. Hombres que a falta de tierra aprenden a volar y a fingir tranquilidad Mientras sangran con el pecho en alto. Pero los hombres de este sitio agotaron todas las lágrimas de la tierra Y pierden sus vidas mirando pasar las nubes o revolviendo el café. Venturosa enfermedad de la soberbia. Creemos ser capaces de vivir para siempre. Otoño mío, dime: ¿Qué sabemos nosotros de los dioses mercenarios? Avanza hasta el brumario. La ignorancia es el don de los hombres. No merezco morir solo porque yo no he golpeado a nadie. No cargo muertos en la espalda.