¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de veras; No quieras enviarme De hoy más mensajero Que no saben decirme lo que quiero. Y todos cuantos vagan De ti me van mil gracias refiriendo, Y todos más me llagan, Y déjanme muriendo Un no sé qué que quedan balbuciendo. Mas, ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viendo donde vives, Y haciendo por que mueras Las flechas que recibes De lo que del Amado en ti concibes? ¿Por qué, pues has llagado Aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado, ¿Por qué así le dejaste, Y no tomas el robo que robaste? Apaga mis enojos, Pues que ninguno basta a deshacedlos, Y véante mis ojos, Pues eres lumbre de ellos, Y sólo para ti quiero tenerlos. Descubre tu presencia, Y máteme tu vista y hermosura; Mira que la dolencia De amor, que no se cura Sino con la presencia y la figura. ¡Oh cristalina fuente, Si en esos tus semblantes plateados Formases de repente Los ojos deseados Que tengo en mis entrañas dibujados! ¡Apártalos, Amado, Que voy de vuelo!