Desde tiempo inmemorial Los hombres a su placer Han dicho de la mujer Lo que han querido de mal Serpiente, arpía infernal La llaman, y otros mil nombres Así es que ahora no te asombres Noble auditorio, al oír Saquemos a relucir Los defectos de los hombres Ingratos, falsos, arteros Inconstantes bailarines Son Danieles, Valentines Vitorianos y Valeros Los Juanes y Valdomeros Andreses y Celestinos Son amigos de los vinos Aguardientes y licores Y también los Salvadores Los Modestos y Rufinos Para tiranos crueles Los Guillermos y Eduardos Y amigos de picos pardos Serafines y Manueles Los Donatos y Migueles Benitos y Simeones Son fulleros valentones Propensos a embriagarse Y capaces de jugarse La camisa y los calzones Los Agapitos y Amaros Son de maneras muy bruscas Y, si buenas piezas buscas Hallarás que son los Blases Los Antonios y Tomases Amigos de pelanduscas Remolones, los Mateos Y, si tú, auditorio, quieres Hallarás, si le siguieres Que son los Jaimes muy malos Y amigos de dar de palos A menudo a sus mujeres Son los Silvestres ariscos Los Dionisios, embusteros Los Lázaros, callejeros Los Serapios, basiliscos Martines y Fructuosos Son de condición extraña Los Pedros tienen gran maña En la baraja y el taco Y se fuman más tabaco Que fabricar puede España Los Bautistas son zamarros Los Nicolases, tunantes Los Joaquines, muy amantes De chicas, copas, cigarros Los Julios los despilfarros Anhelan y los placeres Y olvidando sus deberes Los Magines y Ramones Se la pegan los bribones A menudo a sus mujeres Los Bernandos y los Titos Gustan de beaterías Y de andar por cofradías Con Fortunatos y Vitos Los Anselmos y Matías Son calaverones tales Que nunca se han visto iguales En el mundo como ellos Y por estos atropellos Mueren en los hospitales Son personas malmiradas Estebanes y Javieres Pues de todos sus placeres El más común y el mayor Es el de hacer el amor A amigas de sus mujeres Estas son, aunque os asombre Niñas llenas de inocencia Las faltas que la experiencia Ha descubierto en el hombre Así que os digo en mi nombre A las que queráis casaros Que no tenéis que fiaros Al verlos de amor rendidos Pues, cuando ya son maridos Se ven sus defectos claros