A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas Una fina niebla, una atmósfera encantada Las beatas se arrastran, basureros, canillitas y sirvientas Policías y gallinazos sin plumas ¡Ya levántense! –grita el cojo Santos ¡Ya es hora de partir! ¡Láncense a la calle! ¡Llévense sus latas! ¡Dénle al cerdo de comer! Una mañana Efraín amaneció con una herida Con una herida en un pie y ya no pudo levantarse Mientras tanto el cerdo gruñía de hambre Un día después Enrique fue el que no pudo levantarse Y mientras tanto el cojo Santos iba perdiendo la cabeza Y decidió arrojar al chiquero al perro que era de sus nietos Como un alimento para el cerdo Cuando supo Enrique de lo que hizo el viejo Lo enfrentó y lo golpeó